Pues no me he sentido bien, hoy es primero de Noviembre. Hubiéramos cumplido cuatro años de casados. Recuerdo el aniversario anterior estuvimos paseando por una pintoresca feria, una gitana nos leyó las cartas y nos dijo que estaríamos unidos inclusive hasta después de la muerte, que era nuestro destino. Luego en la cena de esa misma noche ella me dijo:
—Klauss, la vida sería tan amarga sin ti, que si un día te pasara algo quisiera que me llevaras al otro lado contigo.
Y yo le repetí lo mismo a Kolinda, pero hablábamos de cuando fuéramos abuelitos, jamás pensé que no podríamos ni cumplir el cuarto aniversario, el corazón de mi amor se rindió tan joven. Sabes que ella se fue abrazando la almohada con la que duermo todas las noches, una que le regalé cuando andábamos de novios. Me he venido sintiendo mal, pero hoy día es especialmente difícil, solo quería contárselo a alguien, gracias por escucharme, amigo.
Dejo el celular al lado, tengo que dormir, ¿dónde está el Negrito? debería estar por aquí. El celular vibra otra vez en la mesa de noche, reviso el mensaje, es mi amigo, me dice que lamenta mi situación, me desea que sea fuerte y pregunta si guardo algo más de ella. Me sugiere deshacerme de esas cosas poco a poco.
Mientras tengo abrazado al peluche que ella me regaló en nuestro segundo aniversario, le escribo que sí tengo cosas de ella, pero que jamás podría deshacerme del Negrito, es así como le pusimos al peluche de un chancho negro que me regalo cuando yo aún era gordo. He perdido tantos kilos desde que ella se fue, a veces pienso que la vida sería mejor con ella aquí. Dejo mi celular y el Negrito no está a mi lado, por alguna razón está a los pies de la cama, es un poco extraño porque recuerdo hace unos pocos segundos haberlo puesto a mi costado, ¿habrá rodado?
Decido arrimarlo un poco hacia dentro de la cama para que no se caiga al piso y apago las luces para poder dormir. Duermo boca arriba a pesar que dicen que no es bueno para la respiración, pero recostarse de lado es una invitación a encogerme en llanto, así que cierro mis ojos y deseo encontrarla en mis sueños, aunque sea una vez más, un último beso, un último paseo por el puente o la plaza, tantos años, tantos recuerdos.
Empiezo a sentir una presión en mi nariz, me empieza a faltar el aire, abro los ojos, todo está negro, tengo algo encima que es suave, pero me aprieta con una fuerza sobre humana, me cuesta respirar. Le ordeno a mis manos, un poco dormidas, que me salven, pero estoy perdiendo la batalla. ¿Será así como me reúna con ella? ¿Será esta mi última noche? Logro poner mis manos alrededor del agresor y lo toco, es el Negrito, está encima de la almohada y no lo puedo remover, pesa como un ladrillo y mi nariz me duele, grito, pero es insuficiente el aire no escapa, ojalá mis vecinos pudieran ayudarme, pero nada tiene sentido. De repente, se me ocurre algo y grito en la almohada: «¡Kolinda, no!».
La presión se aliviana y me levanto violentamente, la almohada y el Negrito van a parar a los pies de la cama, trato de recobrar el aliento; aún agitado, veo la húmeda almohada, el peluche que parece mirarme y digo: «Lo siento, mi amor, pero aún no es mi momento, sé paciente, por favor».
Diego A. de Loayza Castillo nació el 12 de octubre de 1983 en Lima, Perú. Es agente inmobiliario, youtuber y escritor. Su cuento El Maquiportal ha sido publicado en Muerte Súbita N°2 fansize en Lektu, y participó en Uruboros 2020 como panelista.
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