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  • Foto del escritorPerro Negro de la Calle Selección

El último amanecer / Por Zacarías Zurita Sepúlveda


Aquella mañana despertó nervioso y un poco tarde para un asunto como ese.

—Rápido, Miguel, o no llegaremos a la hora.

—Pero aun ni me baño.

—Hoy es la última vez que verás el sol en la vida y tu preocupado de la ducha... Adolescentes —dijo en voz baja moviendo la cabeza suavemente de un lado para el otro—Apresúrate mejor.

—Bueno, mamá —respondió estirando los brazos para quitarse un poco la modorra, aún recostado de espalda en la cama.

Se puso el mismo pantalón del día anterior, sus gastadas zapatillas azules y una chaqueta para cubrir la parte superior del pijama que, ante la premura, optó por no quitarse.

Cogió unas cosas del cajón del velador, y salió de su casa corriendo, intentando alcanzar a su madre, quien le llevaba muchos metros de ventaja. Su padre, el más interesado en ver el fenómeno, ya se encontraba en la cima de la colina guardándoles un lugar para no perderse el gran evento.

Cuando arribó estaba algo fatigado; había corrido 500 metros en subida y sin detenerse.

—Miguel, por acá —le gritó su progenitora moviendo el paño rojo que usaba normalmente en el cuello.

Se escurrió entre la multitud.

Al llegar, le habló a su papá, quien llevaba una hora apostado allí.

—¿Falta mucho?

—Exactamente 108 segundos —dijo el hombre mirando su viejo reloj de pulsera.

—Desearía haber tenido el dinero para pagarnos el viaje. No merecemos quedarnos acá. Un hemisferio completo en la tierra, sin sol y a la espera de que los inventos sirvan. ¿Y si nada resulta? —su rostro demostraba decepción—. ¿Si los soles artificiales que nos repartieron no cumplen con su función? —su mirada se perdió en el horizonte.

—Tranquilo, hijo, son fiables. Además, estoy completamente seguro que podremos adaptarnos a ellos. Debemos confiar en el trabajo de nuestra gente y sus esfuerzos. Una característica propia del ser humano es evolucionar si la ocasión lo amerita y esta vez no será la excepción. Ya verás —respondió el hombre con un tono esperanzador, atento al tiempo que restaba para el acontecimiento.

—Pero es injusto que todo siempre dependa del dinero. Incluso no les importó si trabajaste o no para la misión —sus palabras comenzaron a cargarse de ira—, debemos conformarnos con vivir aquí, mientras ellos empiezan una nueva vida, una nueva civilización en ese planeta.

—Yo no estaría tan seguro de tus aseveraciones, hijo —se volteó y miró al chico a los ojos.

—¿Por qué? Si nos dejaron a nuestra suerte, prácticamente condenados a morir —contestó desganadamente, respondiendo a la mirada de su padre.

—Todos hemos de morir, las preguntas son ¿cuándo? Y ¿cómo? —puso su mano en el hombro de Miguel —aun así, y para tu consuelo, te puedo contar que a los viajeros del hemisferio norte les dejé una pequeña gran sorpresa —esbozó una leve y casi imperceptible sonrisa.

—¿Cómo es eso?

—¿Recuerdas que trabajé en las últimas reparaciones de la nave?

—Si.

—Bueno, este ingeniero les ha dejado una sorpresa, algo que hará que no alcancen a… —un aplauso potente y generalizado, al que se unió eufóricamente, le impidió terminar de hablar.

Miguel, boquiabierto por la respuesta, y con los ojos vidriosos, se volteó a mirar los tímidos rayos de sol que comenzaban a salir a esa hora de la mañana, sin atreverse a aplaudir.

Cuando su padre lo abrazó, no pudo evitar pensar en su hermano mayor y la carta que a petición de él, debía entregarle en ese preciso instante.

«¿Recuerdan la sorpresa que les comenté hace tiempo? Me embarqué, y en este instante me encuentro rumbo a lo que ha de ser nuestro nuevo hogar. Los enviaré a buscar en menos de un año; no desesperen», decía parte de la misiva que Alejandro les había dejado y que Miguel ahora arrugaba en el bolsillo del pantalón con la mano sudada.



 

Sobre el autor:

Zacarías Zurita Sepúlveda, Chile, 1980. Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de Playa Ancha y Mag. en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos por la Universidad Andrés Bello. El 2017 su cuento Paranoia fue seleccionado para el libro La comunidad de la Letra: Antología de narradores porteños (Chile). El mismo año su microrrelato Terror en primera persona forma parte del libro Microterrores, IV Concurso de microrrelatos de terror, Ediciones Diversidad literaria, España. En 2018 se incluye en la antología El monstruo era el humano, de Editorial Cthulhu, Perú, su cuento Número 35. Algunos de sus textos han sido publicados por diferentes revistas literarias en español, tanto impresas como digitales. Es fundador de la revista de ciencia ficción latinoamericana Espejo humeante y del Fanzine Literario Letras Públicas. Es integrante de la Fundación de fomento lector Libera Letras.

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