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Foto del escritorPerro Negro de la Calle Selección

Solamente te veré en mis sueños / Por Karla Hernández Jiménez


Ciudad de México, 1999



El primer día en que Víctor soñó por primera vez con ella, fue la ocasión en que había luna nueva, el cielo estaba completamente apagado, no se veía ni una sola estrella, únicamente la brisa tocaba una melodía nocturna.

En medio de los delirios de la medianoche, observó su rostro. Tenía una belleza bastante inusual, parecía como una princesa de un país lejano, y sus labios se curvaron en una sonrisa solo para él, atrayéndolo irrevocablemente hacia ella.

Toda su vida, Víctor únicamente había deseado que le ocurriera algo maravilloso o poder llegar a experimentar una gran emoción. Su vida diaria siempre estuvo teñida de un aire melancólico, casi como si un aura de aburrimiento se hubiera posado en el acontecer diario de aquel muchacho.

Por eso, cuando vio a aquella preciosa desconocida fue inevitable acercarse. Cuando quiso alzar su mano para tocar a aquella pálida belleza de cabello oscuro, sonó la chocante alarma de su despertador.

Despertarse siempre había sido una acción rutinaria, poco influyente en el humor de Víctor; pero, por primera vez, hubiera deseado no despertar jamás de aquel sueño que lo acercaba a aquella desconocida.

Los días pasaban uno tras otro, y el muchacho se desesperaba cada día más para que la hora de dormir llegara. Bastaba con poner su cabeza en la almohada para que llegara la hora de ver a la mujer que lo había hechizado. Y ahí, en medio de una vegetación agreste, estaba ella, esperando para reunirse con él.

Cada mañana al despertar, Víctor creía recordar perfectamente el aspecto delicado de la misteriosa desconocida hasta el más mínimo detalle, memorizando todo. No obstante, cuando volvía a encontrarse con ella, se daba cuenta que su memoria no le hacía justicia a una belleza tan extraordinaria.

Le parecía imposible creer que él fuera capaz de imaginar a una criatura así, debía tratarse de una diosa. Quería verla todo el tiempo y, cuando no la veía, caía en una gran tristeza que se prolongaba durante varias horas. Era imposible negarlo, estaba enamorado.

Como siempre, cuando él trataba de tocar a la mujer de sus sueños, se despertaba irremediablemente.

Aquella situación habría podido continuar durante meses, pero Víctor ya no estaba dispuesto a esperar más tiempo para estar con aquella mujer.

Después de una breve visita a la farmacia, consumió un par de pastillas para dormir que le permitirían estar un poco más de tiempo con su amada.

Se recostó en su cama como cada noche, no pasó mucho tiempo para volver a encontrarse con la chica de sus sueños. En ese momento, su rostro estaba completamente descubierto, revelando unos claros ojos que lo miraban anhelantes mientras sus brazos se abrían para recibirlo a su lado.

Víctor no perdió mucho tiempo y se acercó a ella lo más rápido que pudo.

Él tomo la mano de ella y la llevó a sus labios. Víctor quedó atónito ante la suavidad de aquella piel, era increíble. Abrazó el delicado cuerpo de la mujer y se deleitó con el aroma que despedía.

Por su parte, ella también utilizó su boca para depositar delicados besos en las mejillas y otras zonas de la cara, dejando al muchacho como hipnotizado. Bajó al cuello y mordisqueó levemente la garganta, dándole a Víctor una sensación asfixiante.

Él estaba en el cielo, como si esa chica hubiera bajado del paraíso para hacerlo feliz… pero una sensación desgarradora y punzante lo regresó al momento.

Cuando él se dio cuenta, ya era demasiado tarde. La chica tenía la mandíbula firmemente afianzada a la garganta de Víctor, con las fauces incrustadas en la carne. Trató de quitarla, pero fue completamente inútil. Ella no se detuvo hasta que consumió toda la sangre. ¡Aquel dolor era demasiado real!

Víctor hubiera querido despertar de aquella pesadilla, hubiera querido olvidarse de todo lo que había pasado esa noche y no volver a dormir jamás, pero ya no quedaba nada que hacer. Su cadáver reposaba en la cama, enfriándose, sin una sola gota de sangre.

Mientras tanto, la vampiresa mental se relamía los labios, saboreando la sangre de la víctima que había atormentado durante semanas con su evasiva presencia. En cada gota podía sentir la apasionada necesidad de amar de aquel chico que había drenado hasta la muerte.



 

Sobre la autora:



Karla Hernández Jiménez. Nacida en Veracruz, Ver, México. Próxima licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Lectora por pasión y narradora por convicción, ha publicado un par de relatos en páginas especializadas como Íkaro, Casa Rosa, Monolito, Melancolía desenchufada, Solar Flare, Espejo Humeante, Aion, Teoría Omicrón, Poetómanos, Polisemia, Caracola Magazin, Teresa Magazin, Penumbría y Página Salmón, pero siempre con el deseo de dar a conocer más de su narrativa.

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